22 diciembre 2005

7 - SPAIN IS DIFFERENT

Cuando la onda expansiva de la “New Wave...” llegó a nuestro país, aquí habían trabajado muy duro y con escasos resultados, todos aquellos músicos que amaban el Rock y intentaban convertirlo en su forma de vida. En 1974 tres jovencísimos madrileños influenciados por Rolling Stones, Chuck Berry y la escuela más clásica del Rock and Roll, forman Burning. José Casas Risi, Antonio Martín y Jose Antonio Cifuentes “Johnny” ponen en marcha una banda que se convertiría en uno de los pilares del llamado Rock Urbano. Si bien en principio cantaban en inglés, se vieron obligados a cambiarlo por el castellano, presionados por las compañías discográficas para, en 1978, grabar su primer disco, “Madrid”. En 1972 una joven banda compuesta por Jose Luis Jiménez (bajo), Pancho (batería) y Mario del Olmo (guitarra) se sacaba unos duros tocando en guateques y fiestas populares bajo el nombre de Tickets. A la hora de editar su primer sencillo, se ven obligados por motivos comerciales a cambiar su nombre por el de Asfalto. En el ’74 se queda solo J. L. Jiménez, por lo que entran en la banda dos exmiembros de Handicap, Julio Castejón (guitarra) y Enrique Cajide (batería). En 1975 pasarían a ser cuarteto con la incorporación de Lele Laina. Para Asfalto, según ellos mismos contaron en una emotiva entrevista realizada por el equipo de “La Ciudad sin Nombre” (RadioVallekas), no fue una época dura para el Rock, tocaban mucho y vivían de la música, aunque tocando sobre todo versiones, a modo de “Orquesta de feria”. En 1977 aparece el sello discográfico “Chapa”, relacionado con Zafiro, y Asfalto es su primera apuesta comercial. La respuesta del público a este primer trabajo es inesperadamente positiva, “Capitán Trueno” suena por doquier, llegando muy alto en las listas de éxitos. La gran colección de himnos de este vinilo, “Rocinante” o “Días de Escuela”, lo convierten en poco tiempo en un disco mítico, referencia ineludible para cualquier músico nacional. Paralelamente a Asfalto, Jose Carlos Molina se inventa a Ñu. Hasta 1974 con el nombre de Fresa, y desde 1975 ya como Ñu, José Carlos Molina, Rosendo Mercado y el bajista Juan Almarza intentan realizar actuaciones en las que solo suene Rock, lo que no era posible con Fresa, influenciados por Jethro Tull (Rosendo se los descubrió a Molina), Rory Gallagher, Uriah Heep, etc. Parece ser que Pedro Cruz, batería de la banda, disponía de un local de ensayo en Vallekas, por lo que fue fundamental para que Ñu salieran adelante. Además fue iniciativa de Cruz, que la banda se apuntara al “Trofeo Festivales Pop” organizado por el Ministerio de información y turismo, que acabaron ganando. Fue el 16 de febrero de 1975 y la prensa se hizo amplio eco de ello, debido sobre todo a la sorprendente actitud de Molina sobre el escenario, y a que eran los únicos que cantaban en castellano. En cualquier caso, el ambiente dentro de la banda no era bueno, las movidas Molina vs. Rosendo eran habituales. Sus gustos musicales diferían sensiblemente, mientras uno tiraba hacia el Folk-Rock, el otro lo hacía hacia Gallagher ó Sabbath. Esta mutua intolerancia musical, que tan buenos frutos podría haber dado a largo plazo, acabó con Rosendo fuera de la banda el 31 de diciembre de 1977, tras una disputa sobre si actuar esa noche con el equipo que pudieran (Rosendo) ó no tocar si no era con el sonido adecuado (Molina). La noche acabó de mala manera, y Rosendo puso en marcha Leño. El grupo que compartía cartel con ellos esa noche se llamaba Coz, banda que contaba con los mismísimos hermanos De Castro, Armando y Carlos, así como Tony Urbano (posteriormente en Leño). En 1978 edita su primer disco Ñu, “Cuentos de Ayer y de Hoy”, con Molina, J. M. García “Sini” (guitarra), Jean François André (violín), Jorge Calvo (bajo) y Enrique Ballesteros (batería), bajo contrato con Chapa. Este mismo año, y tras el éxito del primer gran vinilo de Asfalto, inexplicablemente el grupo se parte en dos, y de esta nueva ruptura surge otra gran banda de referencia musical, Topo. La pusieron en marcha Lele Laina y J. L. Jiménez, editando su primer trabajo en 1980 homónimo de la banda. Asfalto no se viene abajo y, tras la incorporación de “Gunny” como bajista y Jorge G. Benegas al teclado se van a Inglaterra a grabar su segundo trabajo “Al Otro Lado” y aprovechan la oportunidad para hacer historia siendo la primera banda española que actúa en el Marquee de Londres. Y mientras Asfalto se inclina hacia sonidos más sinfónicos, Topo continúa el sonido más urbano del primero de Asfalto. Del mismo modo, mientras Ñu se afianza en su sonido “Jethrotulliano”, Rosendo se entrega a su Rock más crudo y directo tirando de sus Leño, donde ya figura el ex Coz Tony Urbano. Y es que Coz no fue ajeno al momento de transición en el Rock nacional. Las discográficas vieron un filón económico en este estilo musical, y tras un excelente y roquero debut de la banda, fueron tentados con comercializar su sonido, con venderse a las radio-fórmulas. Mientras Juan Márquez (bajo y voz) se puso del lado de CBS para comercializar su sonido, los hermanos De Castro, fieles a sus convicciones más heavies, decidieron no dar su brazo a torcer, por lo que se produjo el cisma. Inmediatamente pusieron en marcha Barón Rojo, publicando en 1981 su extraordinario debut “Larga Vida al Rock and Roll”. Con Sherpa al bajo, que ya llevaba tiempo como músico en solitario, y Hermes Calabria en la batería, uruguayo proveniente de los míticos P-siglo, grabaron un “redondo” en todos los sentidos. Fueron capaces de condensar en diez temas, la dureza del Heavy Metal, los sonidos hardroqueros de los setenta y letras de potente contenido social, así como de auto-afirmación y orgullo por formar parte del Rock. Grandísimos himnos como “Larga Vida al Rock and Roll”, “Con las Botas Sucias” (dedicada a CBS) ó “Anda Suelto Satanás” compuesta a medias con Luis Eduardo Aute les pusieron en el camino adecuado, que culminarían con su segundo disco “Volumen Brutal”. Muy reciente la gran explosión del Heavy Metal británico, nuestro país se encontraba en disposición de aportar su granito de arena en esa gran corriente metálica que arrasaba en las listas de ventas. “Resistiré”, “Satánico plan” o “Las Flores del Mal” les llevaron a tocar en algunos festivales de Europa como el de Reading, o hacer una gira inglesa en la que estuvo, como no, el mítico Marquee. Se hizo una copia en inglés, y todo parecía ir sobre ruedas, pero una vez más el interés económico de elementos ajenos a los artistas, tiró por tierra la carrera de los barones. La letra pequeña de un contrato que se firmó cuando nadie esperaba el éxito arrasador de la banda, les ató de forma irremediable a despreciables sujetos dispuestos a hundir al grupo, antes de ver como otra gente, más preparada que ellos para ayudar al vuelo del Barón, se llevaban los beneficios.
La transición, a todos los niveles, que vivió España a finales de los ’70, provocó que muchos de los movimientos culturales más escandalosos se vieran reflejados en nuestra sociedad más tarde que en otros paises. Es el caso del punk. En su vertiente más básica y comercial, apareció Ramoncín. Junto a su banda W.C., sus constantes escándalos, actitudes agresivas y algunas sonadas apariciones televisivas le auparon en representante cultural de una parte de la juventud más descontenta con la sociedad. Pero, aparte de su primer disco (1979), su evolución hacia lo comercial fue rápida pasando de “Rey del pollo frito”, dispuesto a quemar los libros ó mear sobre su público, a promocionar bandas ganando dinero a su costa (p.e. Alaska ó Barricada). La corriente vasco-navarra del punk, tuvo mayores tintes de autenticidad. La Polla Records, Kortatu, Eskorbuto o Las Vulpes, aunque musicalmente humildes, se hicieron eco de ciertos sentimientos independentistas, siendo mucho más importantes como símbolos, o representantes del movimiento, que por la calidad de sus canciones. A mitad de camino entre el punk de Madrid y el de Euskadi se encontraban Siniestro Total. Sin el afán exhibicionista de Ramoncín, ni el tono político de La Polla Records, sus letras eran divertidas y transgresivas, aunque la música estaba más cerca del pop-rock que del punk. Por supuesto, como siempre, los avispados empresarios de turno (Ramoncín, etc.) se fabricaron sus propios punkies de “pastel”, aceptables para el inexperto público mayoritario, de rápida rentabilidad.