11 - GRUNGE Y METAL EXTREMO
En el año 1991 se desencadenaría la gran hecatombe. Los estadounidenses Nirvana iban a conseguir lo que las bandas de los ochenta habían perdido. Con su segundo disco titulado “Nevermind”, lleno de simpleza a la par que de energía, convencerían a los fans para dar un
paso adelante, que en realidad era un paso atrás. El fenómeno fue bautizado como Grunge. Los aficionados al Hard Rock o el Heavy Metal, quizás saturados del exceso de lujo, imágenes grandilocuentes y “estrellitas de pastel”, fabricadas por discográficas ávidas de dinero rápido, verían en Nirvana una banda más cercana a la realidad... Basta de poses, basta de querer parecer lo que no se es... Basta de vender música para mirar... Con su aspecto mundano, y actitud de desarraigado social, reventarían el mercado por sorpresa, cuando nadie lo esperaba. Esta debacle, que también afectaría al pop, no solo tuvo su base en los gustos de los fans. Las compañías retiraron todo su apoyo a gente que hasta entonces habían generado millonadas de beneficio. No giras... no discos... Si querías grabar debías olvidarte de los solos de guitarra, de las distorsiones limpias, los virtuosos deberían simular no serlo. Las letras de fiesta, alcohol y sexo no servían. Ahora había que hablar en negativo, todo es una mierda y hay que estar triste y cabreado. Sobre todo cabreado. Porque, sin duda, otra de las claves del éxito Nirvana la encontramos en la sorprendente energía que destila su trabajo. Con una simplicidad técnica asombrosa, sonando mal y tocando peor, eran capaces de generar una energía que lograba unirles al público, creando una sensación de libertad (¿negativa... destructiva?) que devolvía a los jóvenes de los noventa al lugar que más les ha gustado desde siempre... el de rebeldes sin causa.
La dura ley de las modas tardaría a penas unos años en acabar con el Grunge, pero el daño ya estaba hecho. Así pues, los noventa fueron campo de experimentación. El que no desaparece, acaba
reciclándose. Mientras el Hard Rock y el Heavy Metal sobreviven en el rincón del anonimato, comienzan a surgir luchadores dispuestos a defender su punto de vista. Dream Theater surgen en 1989 con su “When Day And Dream Unite”, aunque el espaldarazo definitivo lo obtendrían con “Images And Words” (1992). Llevando a la práctica un concepto musical basado en el rock progresivo y sinfónico de los setenta, pero con el poderoso sonido del Metal contemporánea, iban a crear una escuela que años después llegaría a ser un estilo, el “Metal Progresivo”. Fates Warning ya estaban haciendo algo parecido al Metal Progresivo a finales de los ochenta pero, sin duda, la aparición de DT fue imprescindible para que se expandiera un estilo aparentemente tan aburrido. Si Fates Warning y Dream Theater fueron la semilla de la que germinó el gran sustento de la música progresiva, Pentagram y Candlemass lo
serían del Doom. Recogiendo los aspectos más pesados de los primeros Black Sabbath, ó de los míticos Atomic Rooster (en cuyas filas encontramos a Carl Palmer, que posteriormente tuvo mucho que ver con el Rock sinfónico y progresivo), recuperaron a finales de los ochenta la música oscura, de ritmos pesados. Los suecos Candlemass se estrenaron el 1985 con “Epicus Doomicus Metallicus”, y abrieron en su país una puerta que les convertiría en líderes de la música oscura. El testigo “Doomicus” fue recogido en 1990 por Paradise Lost con su debut, homónimo de la banda, y, sobre todo con su segundo trabajo del ’91 “Gothic”. Cathedral con su “Forests of Equilibrium” (1991) y My Dying Bride con “As The Flower Withers” (1992) consolidarían el estilo, amen de convertir a las islas británicas en el caldo de cultivo perfecto para esta actualización del sonido setentero de Sabbath y A. Rooster, tambien hijos de las islas. Pero la evolución sigue y, si bien el Doom Metal se consolidó como estilo autónomo, originó dos nuevas corrientes. Por un lado, el Stoner, tambien llamado RetroRock, que no es más que un retorno a los orígenes. Aunque para practicar este este estilo resulta imprescindible tener más calidad que para el Grunge. Bien podríamos decir que el Stoner es al Grunge (a excepción de Pearl Jam) lo que en los setenta el Heavy Metal fue al Punk. Por otro lado surgió el movimiento gótico. Del gótico ya hemos hablado, pues no es un movimiento musical en sí mismo, se trata de un comportamiento, una forma de pensar y una estética, que encontramos igualmente en el pop e, incluso, en la música electrónica. Fueron
Sister of Mercy y Depeche Mode los máximos exponentes del comienzo de un movimiento que ha ido más allá de la música, influenciando estéticamente a seguidores de otros estilos. El comienzo oficial del movimiento musical gótico, en su concepción de s. XXI, lo encontramos en el “Gothic” de Paradise Lost, aunque My Dying Bride fueron los que supieron dar el giro adecuado a su música en el año ’93 con “Turn Loose the Swans”, convirtiéndose en una de las bandas pioneras del estilo. Moonspell, en Portugal, provenientes del Black, lo hicieron igualmente en el ’96 con “Irreligious”, y The Gathering con “Mandylion” en 1995. Una vez iniciada la marcha, solo quedaba comercializarla. Si bien bandas como Graveworm (Italia) continuaron, a la par que los anteriormente mencionados, en la senda trazada, una nueva hornada de bandas iba a darle el punto melódico necesario para hacer el género más accesible. Nightwish son considerados los
grandes precursores, al incluir una voz femenina, de corte operístico (no en vano Tarja es soprano), que consigue darle ese aire melancólico, tan del agrado de los góticos. Sin embargo su opera prima, “Angels Fall First” de 1998, es contemporánea del primer disco de los italianos Lacuna Coil (“Lacuna Coil”) que, además, ya estaban moviendo su primera demo en 1996. La música, de connotaciones épicas a finales de los 90, vuelve a los orígenes roqueros (sin perder el fundamental sello de identidad de voz dulce femenina vs. voz gutural masculina) con After Forever (“Prison of Desire”, 2000), y en el mismo sentido evolucionan Nightwish y Lacuna Coil, cuyos últimos trabajos ya en pleno siglo XXI, suenan muy ochenteros, alejándose del sonido original por el que el Gothic Metal era reconocido.

La dura ley de las modas tardaría a penas unos años en acabar con el Grunge, pero el daño ya estaba hecho. Así pues, los noventa fueron campo de experimentación. El que no desaparece, acaba




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